¿Qué es realmente el alma?

   El alma ha sido, desde las raíces de la evolución del pensamiento humano, una incógnita a la que aún no se ha encontrado respuesta a día de hoy. Según la RAE, el alma es el “principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”, pero ¿es ese principio independiente del cuerpo en el que habita? ¿Sufre cambios conforme transcurre el tiempo? ¿Puede llegar a conocer la muerte? ¿Qué es realmente el alma? Estas son, entre otras, algunas de las preguntas que siempre han intrigado al ser humano ante un atormentante y angustioso desconocimiento sobre lo que guardamos en nuestro interior. Preguntas que no cuentan con una respuesta universal, sino todo lo contrario: una gran variedad de concepciones diferentes entre sí.
   No obstante, a lo largo de la historia, podemos ver como algunas de estas visiones coinciden parcialmente en sus ideas, a pesar del inexistente contacto entre estas. Por ello, en esta disertación analizaré varias creencias acerca del alma, defendidas por diferentes religiones o culturas, pero primero hablaré sobre las dos concepciones sobre el alma más conocidas: la del filósofo griego Platón y su discípulo, Aristóteles. 

   Platón, a diferencia de Aristóteles, postulaba una concepción dualista del alma. Así, el ser humano se compone de dos sustancias bien diferenciadas: el alma, elemento esencial, inmaterial, inmutable e inmortal; y el cuerpo, temporal, material, cambiante y mortal. Además, establecía que el primero de estos elementos, el alma, se divide en tres partes: racional, irascible y concupiscible, y que la armonía y felicidad solo es alcanzable cuando  la parte racional se encuentra al control de las otras dos. Dicha teoría fue explicada mediante el mito del carro alado, una alegoría en la que un auriga, que representa la parte racional del alma, pierde el control sobre el carro que dirige hacia el Bien debido al conflicto constante entre los dos caballos a los que guía, uno bueno y otro malo, que simbolizan las partes irascible y concupiscible respectivamente. De esta forma, el carro o alma pierde sus alas y acaba siendo “encarcelado” dentro de un cuerpo, dotándolo de vida y de la capacidad del saber. A partir de este mito, Platón también elaboró una teoría acerca de la transmigración o reencarnación del alma. Según esta, solo si seguimos el camino del Bien y la verdad y ejercitamos la filosofía siendo guiados por nuestro “auriga”, nuestro alma recuperará aquellas alas que había perdido. Por el contrario, si nos centramos en los placeres y bienes terrenales y nos dejamos cegar por el Mal, nos reencarnaremos en un ser inferior, ya sea en un animal, una planta o incluso en un ser humano despreciable, como los políticos de la época, que ocupaban uno de los eslabones más bajos dentro de este ciclo de reencarnaciones. Poco tiempo después, Aristóteles negó gran parte de la teoría de su maestro debido a su visión monista del alma. En este caso, el ser humano se entiende como una única sustancia aunque compuesta por un alma o forma y un cuerpo o materia. Para este filósofo, el alma no puede existir si no tiene un cuerpo en el que habitar, es decir, la forma no puede existir si no lo hace la materia. En este sentido, la teoría de la transmigración platónica queda totalmente refutada: el alma no puede valerse por sí misma para sobrevivir fuera de un cuerpo y, por ende, no es capaz de migrar a otro. Por último, Aristóteles establecía tres tipos de alma: vegetativa, propia de las plantas; sensitiva, de los animales; y racional, exclusivamente del hombre y negando incluso la existencia de alma en el cuerpo femenino. Según esta visión, el hombre poseía los tres tipos de almas; los animales, dos de ellas; y, finalmente, las plantas, solo una.
   A pesar de que estas concepciones del alma han sido las más trascendentales hasta nuestros días, existen multitud de creencias que comparten similitudes con estas, especialmente con las ideas platónicas. Los pueblos primitivos, por ejemplo, seguían una noción pre-científica del universo en la que todos los fenómenos naturales están producidos por la acción de espíritus que han dejado atrás sus cuerpos. De esta forma, la naturaleza, dotada de alma, cuenta con un comportamiento semejante al humano. Además, para estos pueblos, el alma actúa de manera totalmente libre y, por ende, no está atada a un cuerpo, sino que más bien puede separarse de este de forma temporal durante los sueños, la enfermedad, etc. o de forma definitiva, causando la muerte. En este último caso, el alma es capaz de trasladarse a otro mundo, encarnarse en cualquier tipo de ser, sin obedecer a ningún pago de culpas como en el caso de Platón, e incluso extinguirse o desaparecer. Estos pueblos también consideraron una posible pluralidad de almas con distintas funciones: conocimiento, emociones, etc. que confluían y convivían en un mismo cuerpo. La idea del alma también ocupa un lugar esencial en las religiones orientales, que comparten algunos rasgos con las ideas platónicas. El hinduismo, por una parte, considera el alma individual como controladora de todas las actividades que realizamos y que forma parte de un alma universal a la que aspira volver a integrarse tras un ciclo de reencarnaciones. El budismo, por su parte, niega completamente la existencia de dicho tipo de alma, postulando la combinación temporal de cinco realidades distintas que están en cambio permanente: el cuerpo, los sentimientos, las percepciones, la predisposición ante las cosas y la conciencia. Aun así, también defiende un ciclo de reencarnaciones, como el de Platón o el hinduismo, pero en este caso conocido como la “Rueda de la Vida”, en el que entra en juego un concepto muy conocido actualmente: el “karma”. Así, el budista intenta liberarse de todo tipo de impurezas aspirando alcanzar un estado de “nirvana” para salir de esa “rueda”. Muchos griegos, como los afamados Homero o Hesíodo, sin embargo, tuvieron una concepción más parecida a la de los pueblos primitivos, en la que el alma mantiene la vida de un cuerpo inanimado, pero le abandona cuando muere o pierde la conciencia del mismo. Una creencia muy interesante que sostuvieron fue la de que el alma, durante los sueños, se desprende temporalmente de nuestro cuerpo y realiza todas las acciones que vemos en estos, es decir, los sueños se tratan de algo totalmente real y no imaginario. Además, introducen dioses como Hades, dios de los Infiernos, que velaban por las almas cuando estas abandonaban sus cuerpos ya que no tenían la capacidad de alcanzar una nueva vida, lo que nos deja ver algunas ideas aristotélicas: la vida solo es posible cuando alma y cuerpo están unidos. En la Edad Media, por último, los pensamientos de Platón y Aristóteles se intentaron hacer compatibles con los dogmas de la religión cristiana y de la creación. Actualmente, podría ser la concepción del alma más presente en nuestra vida. El alma humana ha sido creada de la nada por Dios y constituye un puente de unión entre lo material y lo divino, pero esta unión entre alma y cuerpo no es accidental como en la teoría platónica, sino que adquiere un carácter personal. Cada ser humano no es solo un individuo, sino también una persona cuya alma cumple tres funciones: memoria, entendimiento y voluntad.

   Como hemos podido ver a lo largo de esta disertación, muchas de las creencias acerca del alma acaban compartiendo algo en común. Sin embargo, no somos nadie para juzgar cuál es la más acertada o, por el contrario, la más absurda: únicamente nos podemos limitar a opinar. Personalmente, entre Platón o Aristóteles, pienso que la concepción aristotélica tiene mucho más sentido. La teoría de la transmigración platónica siempre me ha llamado mucho la atención, pero lo veo como algo demasiado abstracto para ser real ya que ¿quién juzga en qué nos reencarnaremos en la siguiente vida, si hemos actuado bien o mal? Bajo mi punto de vista, es más lógico que alma y cuerpo sean uno y se complementen entre sí: sin cuerpo, el alma no podría existir; pero sin alma, el cuerpo sería simplemente materia inerte. Por tanto, ambos se necesitan el uno al otro y el alma no se encuentra "encarcelada" dentro del cuerpo, sino que es el único lugar donde puede sobrevivir.

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