Verdad: ¿absoluta o relativa?

   Cuando nacemos, nuestro cerebro es un papel en blanco. Un papel en blanco que, a lo largo de los años, se llena de diferentes conceptos e ideas. A la hora de redactar todo este conocimiento en ese “papel”, ¿lo hacemos igual que los demás, o cada uno es un escritor único e inigualable? Algo aún más importante, ¿quién decide cuál es la redacción correcta, la que verdaderamente define la realidad?
   Estas son algunas de las preguntas a las que buscaremos respuestas a través de esta disertación filosófica. Muchas veces, nos enfrascamos en nuestra propia realidad, nuestra verdad, y se nos hace imposible mirar más allá de ella. Nos olvidamos de que los demás también conciben el mundo de alguna forma, que puede coincidir o no con la nuestra. Pero, claro, ¿qué hace a la verdad de los demás más real que la nuestra? Si nos aferramos a esta pregunta, nunca seremos capaces de abrir nuestra mente. Intentar evadirnos por un momento e intentar entender la realidad de otros es la mejor forma de afrontar la pregunta principal de esta disertación: ¿existe la verdad absoluta o toda la verdad es relativa?


   Al principio, planteaba la pregunta de si cada uno ve el mundo de la misma forma o de formas totalmente únicas. La respuesta es muy simple: todos nosotros “traducimos” los estímulos que recibimos de manera diferente. Como decía el famoso filósofo Nietzsche, “no hay hechos, solo interpretaciones”. Dependiendo de factores fisiológicos, personales y socioculturales, percibiremos la realidad de una forma u otra. Esto es lo que hoy en día conocemos con el nombre de ‘relativismo’, una corriente que defiende que habrá tantas verdades como sujetos diferentes y, todo ellas, serán totalmente válidas. Sin embargo, aquí entra en conflicto la lucha entre el empirismo y el racionalismo. ¿Podemos fiarnos de nuestros sentidos? Desde mi punto de vista, éstos se tratan de un arma de doble filo. Nadie puede afirmar que lo que percibimos a través de ellos no sea verdadero, pero, claramente, pueden ser engañosos. Además, al relativismo se le suma otro problema: “la paradoja de la tolerancia”, descrita por el filósofo austriaco Karl Popper. Es imposible ser tolerante con todas las opiniones, ya que esta tolerancia desmesurada acabaría destruida por los intolerantes. 
Otra corriente muy parecida al relativismo es el ‘perspectivismo’, creado por el filósofo José Ortega y Gasset. Aunque nos encontremos ante un mismo objeto, cada individuo defenderá su punto de vista. Así, observaremos y percibiremos una misma realidad, pero diferente en función de la posición en la que nos encontremos. Esta corriente es, en mi opinión, la más sensata. ¿Cuál es el punto de vista que más se acerca a la verdad? Desgraciadamente, es imposible saberlo, ya que ésta se construye a través del diálogo, de un acuerdo entre diferentes perspectivas.
   Finalmente, nos encontramos al ‘realismo’, totalmente contrario a las anteriores corrientes. Con Aristóteles como mayor defensor, sostenía que la realidad no se esconde, sino que se deja conocer, tal y como es, por el individuo. Muchas veces hemos oído la famosa frase “debes ser más realista”, es decir, debemos afrontar los hechos. Unos hechos universales para todos y cada uno de nosotros, invariables e incuestionables. 


   Como vemos, hay muchas corrientes que defienden distintos tipos de verdad y, lo más probable, es que muchas de ellas no estén equivocadas, sino que confluyan. Al igual que no podemos dar una explicación realista al amor, no podemos explicar una operación matemática desde el relativismo. Si retomamos la pregunta de la disertación, nos damos cuenta de que no podemos afirmar nada, sino simplemente opinar, así que eso es lo que haré.
   Para mí, la verdad se trata de una construcción social. Tratar toda la verdad como un concepto absoluto es imposible, ya que las personas no tendrían capacidad de opinión y, por ende, la sociedad quedaría absolutamente estancada. Las personas somos mucho más complejas y capaces de observar un objeto desde diferentes puntos de vista. Así, a la verdad se llega a través del diálogo o consenso de un grupo de personas o de la sociedad. Claro está que no podemos confiar plenamente en ella, y más aun encontrándonos en la “era de la pos verdad”, donde los discursos se maquillan con ideologías y emociones. En muchos casos, nadie puede confirmar la veracidad del consenso, pero la verdad alcanzada por medio de la palabra es, posiblemente, la más fiel a la realidad.

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